Es poco riesgoso afirmar que Jacob y Whilhem, conocidos como los hermanos Grimm, jamás imaginaron la huella que dejarían en la cultura popular del planeta, cuando lograron publicar sus Cuentos de la infancia y del hogar.
La colección consta de 211 relatos, distribuidos en dos volúmenes. En 1812 apareció el primero de ellos que recoge muchos de los cuentos de hadas que han acompañado la infancia de varias generaciones. Con el número 53 figura «Snow White and the Seven Dwarfs» que, en puro criollo, quiere decir: «Blancanieves y los siete enanitos».
Esta historia sirvió de inspiración al productor estadounidense Walt Disney, para darle rienda suelta a una idea que le rondaba la sesera: crear la primera película de animación del estudio que había fundado en Los Ángeles, junto a su hermano Roy.
Llevar a cabo tal misión ocupó varios años hasta que, el 21 de diciembre de 1937, las butacas del Carthay Circle Theatre de Hollywood fueron testigos del estreno del largometraje «Blancanieves y los siete enanitos», que marcó un hito al ser la primera película de dibujos animados a color y con banda sonora. Además, cimentó las bases de lo que sería un verdadero emporio de la fantasía.
Largo encuentro
Casi desde la aparición del cine, la historia de la joven princesa que es condenada a morir por su envidiosa madrastra resultó llamativa para productores de Estados Unidos y Francia. Al menos en cuatro ocasiones llegó a la gran pantalla, con variaciones en duración, formato y elencos.
Una de las versiones mudas, realizada en 1917 por Paramount Pictures, causó un gran impacto en un quinceañero presente en la sala de Kansas City donde fue proyectada. El drama quedó en la memoria del chico llamado Walt Disney.
En 1934, ya adulto y arropado por el éxito de Mickey Mouse, el productor decidió apostarle todo al primer largometraje de animación de Hollywood. Un día, tras escoger la historia, se reunió con su equipo de animadores. Con desbordante entusiasmo, interpretó cada personaje, narró cada escena y cantó cada tema a lo largo de cuatro horas. Asignó 250.000 dólares para la cinta de 90 minutos.
Al hacerse públicas las características del proyecto, tanto la prensa como los poderosos de la industria creyeron que sería un rotundo fracaso. Disney no flaqueó. Invirtió en la formación de sus dibujantes, contrató a reconocidos compositores, dotó de literatura a sus guionistas, mejoró las técnicas de animación y recurrió al Technicolor.
Ochenta y cinco años después de su estreno, «Blancanieves y los siete enanitos» es “cultural, histórica y estéticamente significativa”, según la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y un bien preservado por el National Film Registry.
Cuna
Además de «Blancanieves y los siete enanitos», en el volumen uno de Cuentos de la infancia y del hogar de los hermanos Grimm se encuentran otros relatos muy famosos: «El príncipe rana», que dio origen a la película «La princesa y el sapo» de 2009; «El lobo y los siete cabritos»; «Rapunzel», inspiración de la cinta «Enredados» de 2010; «Hansel y Gretel», «Cenicienta», «Caperucita roja», «Pulgarcito» y «La bella durmiente del bosque», cuyo título fue recortado en la versión de Walt Disney de 1959. El segundo tomo fue publicado en 1815, también en Berlín. Esta es la cuna de las famosas princesas que mueven el gran consorcio de entretenimiento junto a Mickey.