Silvestre Dangond es un artista que sabe alimentar la euforia, desata pasiones y derrocha carisma. Si los años pasan por él, apenas se notan, pues cada vez que pisa un escenario, literal, la gente enloquece con su vibra e inagotable energía.
Este viernes 10 de diciembre, finalmente, se reencontró con su fiel público caraqueño en la terraza del Ccct. El concierto se había pospuesto por la pandemia, en un par de oportunidades, y tras su llegada a Valencia, días atrás, ya no habría excusa para que sus fans capitalinos siguieran comiendo ansias.
Por no perder la costumbre, Silvestre Dangond tardó en salir a escena. El reloj marcaba las 10:10 de la noche, más de tres horas de espera, cuando el colombiano descendió de una gran escalera convertido en un huracán. De pie fue recibido, arropado por una ola de gritos que daba cuenta del furor que le acompañaría durante la parte del show que pudimos ver.
Así fue el espectáculo
Con un video en el que narraba algunos complejos momentos superados en tiempos de covid-19, el músico inició su recorrido musical compartiendo un mensaje: «Hoy le cantaremos al amor con ese aire parrandero», dijo mientras mencionaba a Kaleth (Morales), Rafael Orozco, Héctor Zuleta y Juancho Rois, algunos de los vallenateros que le inspiran.
Para acompañar a Dangond en tarima una banda de músicos con charrasca, bajo, cajón, guitarra clásica y eléctrica, acordeón, percusión, teclados, coros y batería haría simbiosis con su misma energía, ejecutando con dinamismo cada instrumento.
Quienes lo han visto en escena saben que Dangond, además de enérgico, es parlanchín, pues interactúa con el público constantemente. Con ganas de conversar, lo que no había podido, tuvo tiempo de mencionar al amor, dolor, alegría, romance y hasta de conexiones sexuales.
También invitó al público a cantar con él, saludó por videollamada a una familia y subió a fans al escenario. Así honró a los presentes, quienes le retribuyeron vociferando cada una de sus canciones de principio a fin.
Contrarreloj
El sonido fue nítido, por lo menos hasta las 11:00 pm cuando abandoné el recinto, se podía saborear cada instrumento.
«Y aquí estoy para que tú no me olvides», dijo el colombiano antes de lanzarse el «ahora sí, buenas noches. Qué placer encontrarse con la gente que te quiere como lo es mi público venezolano. Aprovechen este tiempo al máximo. Un abrazo a todos los hombres y un besito a todas las niñas», sostuvo. «Dios los bendiga siempre».
Tras los primeros cinco temas cambió de look. También subió a la tarima a un joven con discapacidad acompañado por su madre. «Ya si el concierto se acaba me voy feliz, qué rico», celebró tras despedirlo.
«Ustedes me tienen intimidado y tengo tantas canciones que no sé qué cantar», vociferó a las 11:00 pm, hora en la que para mí el show terminaba tras escuchar al menos seis piezas.
Afuera, en la parte pública del estacionamiento, era sorprendente la cantidad de gente que se tripeaba el show, bailando y cantando cerca de sus autos, pero sin poder ver a su ídolo. Algunos incluso compartiendo entre panas como si el simple hecho de escucharle era razón suficiente para estar de fiesta.