Aunque hay quienes consideran que los concursos de belleza están pasados de moda, la realidad ofrece suficientes argumentos para afirmar lo contrario. Quizá la simpleza de las últimas ediciones de Miss Universo o la incomprensible dinámica de Miss Mundo pudieran producir la sensación de declive; sin embargo, ambos continúan despertando el interés del público aficionado a este tipo de actividades.
Más allá de los grand slam mencionados, hay una agenda abarrotada de elecciones que tienen lugar en cuatro de los cinco continentes; al parecer, este modelo de negocios no atrae la atención en Oceanía, a pesar de que Australia y Nueva Zelanda suelen tener representantes en la mayoría de las competiciones.
Sirva como ilustración que el sábado 11 de junio hubo tres concursos: Miss Elite World en Egipto, Miss Global en Indonesia y Miss & Mister Tourism World Cuba en Miami, en el que, por cierto, participó como jurado calificador el exmíster, animador y coach venezolano Georges Biloune, quien durante un tiempo perteneció al staff del magazine «Portada’s».
El último de los eventos permite hacer un comentario aparte. A lo largo del período castrista, la isla antillana estuvo ausente de los certámenes internacionales. No obstante, de un tiempo a esta parte, la bandera de rayas horizontales blancas y azules ha vuelto a ondear, por iniciativa de migrantes cubanos que han adquirido diferentes franquicias y seleccionan candidatas para estar presentes en los principales escenarios relacionados con la belleza.
Esta reactivación, que no deja de tener un romántico componente patriótico, responde en gran medida a la palabra utilizada deliberadamente en un párrafo anterior: negocios, ya que la caja registradora suena más fuerte que el impacto de las flechas de Cupido.
La supervivencia y la proliferación de los concursos de belleza se debe a que reportan dividendos para sus organizadores, quienes manejan diferentes fuentes de ingresos: cobro de franquicias, cobro de inscripciones, aporte de los patrocinadores, venta de derechos de transmisión televisiva, porcentaje de cuñas y comercialización de material publicitario, con lo cual se mantienen las estructuras.
Además, recurren a la ilusión que pueden tener los jóvenes por ser embajadores en un ámbito que los coloca en vitrina y les permite acortar el camino para incursionar en los medios de comunicación o en actividades que requieran un perfil público. Es decir: les ofrece una oportunidad que, a lo mejor, no tendrían de otra manera.
De aquí al término de 2022, hay más de 30 certámenes programados, tanto en Venezuela como en el exterior. Y seguro que no es por amor al arte o, en este caso, a la belleza.