Se estrenó en Netflix esta semana «El poder del perro». La película, dirigida por Jane Campion, sigue con sutileza una situación que involucra masculinidad, homosexualidad y represión. Corre el año de 1925 en un entorno machista y asfixiante del lejano oeste, en el que un vaquero flagela y sabotea su deseo de amar a otro hombre. A cambio insulta y maltrata a aquel que representa una amenaza contra los preceptos que le han sido inculcados. De allí que vea con malos ojos cualquier destello de lo considere afeminado, refinado o bello.
Phil Burbank (Benedict Cumberbatch) es este hombre culto y adinerado que prefiere vivir atormentado y frustrado, a raya con un constante sufrimiento y auto rechazo. Enamorado del recuerdo de un pasado que no deja ir, ni al que da descanso, se cree superior a todos y encuentra placer en hacer sentir mal a otros. Se refugia en la soledad emocional y en el fondo no es capaz ni de aceptarse, mucho menos de aceptar a los demás.
Su estampa es la del típico cowboy lleno de tierra hasta los dientes, que es respetado por su tribu, a pesar de que no se sienta parte de ella. Es grotesco, maleducado, vive en conflicto y es autoritario. Su personalidad lo ha vuelto, además, un tipo que se cree con derecho a juzgar la vida de otros.
De hecho su relación con su hermano George (Jesse Plemons) es brusca, atropellada pero a pesar de ello uno siente que le quiere y cuida. Lo critica y hasta se burla de él, pero en el fondo la hermandad entre ambos está presente pues éste es el único ser al que tolera en su vida y que le hace compañía. Eso sí, abusa de la confianza, lo controla, cuestiona y hasta recrimina como si fuera más bien su padre.
Giros que no se cuentan y solo se infieren
Esta situación cambiará con el matrimonio de George con la cocinera y administradora de una pensión, Rose (Kirsten Dunts), a la que Phil obviamente considera indigna por haber estado casada con otro hombre y por tener un hijo adolescente, Peter (Kodi Smit-McPhee). Hijo del que Phil se burla por considerarlo afeminado. El joven es estudiante de medicina y le gusta hacer flores de papel. En vista de que ha crecido sin la figura paterna y bajo la sobreprotección de su madre, que le permite ser como quiera, es amanerado.
Entre estos dos mundos aparentemente opuestos, pero en realidad cercanos, surgirá una relación. Con igual tono sádico y tóxico. Una relación que la directora no muestra directamente, dando libertad al espectador de pensar e imaginar lo que ocurre y cómo ocurre. Y este es otro de los grandes atractivos del filme pues el espectador recibe piezas sueltas que luego debe encajar según su criterio.
Y el final va por allí. Jane Campion da en el tino, logrando una gran película que se fortalece con las actuaciones de todo su elenco.