Kylie Minogue fue otra de las estrellas que visitaron Venezuela en los buenos tiempos de los conciertos en vivo. Era 2008 cuando la estrella llegó, así como lo cuento, con toda la pompa que se acostumbra a ese nivel al país.
Pero como era domingo, no había mucho chance de recibirla en el aeropuerto. Así que la compañía productora preparó un encuentro en un hotel cinco estrellas caraqueño. Claro, no era rueda de prensa ni nada parecido. Se había advertido que llegaría, daría unas cortas declaraciones y continuaría su camino.
Como suele suceder, se regó la voz de dónde se hospedaría la estrella australiana y un grupo de fanáticos se apostaron desde temprano en las afueras del hotel. En orden, con pancartas. Acatando las instrucciones de los organizadores del club de fans de la artista. Al ver a la prensa, prometieron que no interrumpirían el trabajo.
Lo cierto es que llegó la hora prevista, más no la cantante. Entonces comenzaron los rumores. Ella venía de Colombia y el vuelo salió con retraso. Esto hizo que el avión no pudiera aterrizar en Caracas por la hora (eran los tiempos de la trocha); razón por la que lo desviaron a Valencia. Desde allá, una caravana de camionetas negras la debían trasladar a Caracas. Un domingo al final de la tarde el tráfico para entrar a la capital no era, en ese tiempo, algo fácil.
Lo cierto es que, finalmente, llegaron los vehículos. Vidrios arriba. Los fanáticos comenzaron a corear su nombre, la prensa a disponerse para recoger las declaraciones. Al ver que nadie bajaba (y tenían cara de pocos amigos) comenzaron las preguntas. El vehículo donde estaba ella hizo el amague de arrancar, pero un equipo de Televen lo rodeó. Aún así, el chófer hizo la finta de acelerar. No lo hizo y la orden fue: “váyanse que hoy no habrá nada”.
Todo el mundo se dispersó y, como media hora después, comenzaron los celulares a sonar. “Devuélvanse que sí va a bajar a declarar. Es que el viaje fue pesado y decidió refrescarse y cambiarse”, explicaron. De regreso al hotel, así como lo cuento, ya los fanáticos no estaban tan dispuestos. La prensa, tampoco. Pasó un rato y desde uno de los puntos de restaurantes del hotel se vio a la cantante. Espera y espera. Nada. Después de las 10 pm, un domingo de 2008, volvió la sentencia. “No va a declarar. Mañana los anotamos antes del concierto para los cara a cara”. Los fanáticos comenzaron a protestar. Los periodistas solo se voltearon y se fueron. Al día siguiente, no se anotó a nadie.