De los artistas que visitaron Venezuela en los tiempos de los grandes conciertos destacaron los ingleses de UB40. Los “iubifory” estaban de moda porque la versión de «Can’t stop falling in love» ocupó el primer lugar de las listas de casi todo el mundo. Y, así como lo cuento, Venezuela, en ese tiempo, no era la excepción.
Si bien el tema original lo grabó nada menos que el rey Elvis Presley, los hermanos Campbell y compañía lograron darle un toque de reggae que movió a mucho público y lograba llenos en sus convocatorias de conciertos.
Con toda esa aureola de fama y éxito llegaron a Caracas un día de 1994. Y con la misma pompa fue anunciada su rueda de prensa, la cual estuvo, como suele suceder, repleta más de fanáticos que de medios. La altura de un artista internacional lo justificaba.
Luego de una larga espera, como también suele suceder, se apareció Ali Campbell, el cantante, junto a otros de los integrantes. Los flashes de los fotógrafos comenzaron a dispararse. “De pie, por favor”. “Quiten el micrófono que le tapa la cara”… Y así un sinfín de indicaciones para que salieran pepitos en las fotos aunque estaban todos muy serios.
Comenzó la ronda de preguntas y la cara de molestia, o fastidio, o tal vez las dos, no les cambiaba. Robin Campbell comenzó a murmurar, en inglés obvio, con sus compañeros de podio y cada dos palabras metía el “f***k” en ella. No hubo oración en la que no la pronunció.
Ante la tensión del momento, un locutor de un programa de radio de reggae que había entonces en las ondas hertzianas venezolanas tomó la palabra para preguntar. “Ustedes creen que aquí nadie los entiende ¿Qué nadie habla inglés? Me parece muy irrepestuoso que a cada rato utilicen la palabra f***k. Si no les gustan las preguntas, o no quieren estar aquí, lo dicen y nos vamos”, les dijo en perfecto y fluido inglés.
La cara de sorpresa de la traductora no daba cuenta de lo que acababa de oír. Se quedó con el micrófono sin saber si traducir o no. Los iubifory arrugaron más la cara. Quienes entendimos comenzamos a aplaudir. Quienes no entendieron se unieron al aplauso sin saber por qué. Así como lo cuento, todo terminó sin que nadie se despidiera.